Wednesday, October 26, 2022

Cuando lo dices con amor

 Reflexión para un cumpleaños (2012)


Cuando lo dices con amor

el sonido de mi nombre

es como campanitas de cristal

deleitando los oídos de mi corazón

Cuando lo dices con amor

es como lluvia sobre tierra árida

 

Hace tiempo el efecto del Niño 

ha azotado mi corazón

ha querido secarlo, pero resisto.

 

Me niego a creer que no volveré

a sentir la suave presencia de la lluvia,

que la única comunión humana que tengo

es con los lejanos.

Si no fuera por la presencia del que nos ama

me habría convertido en desierto.

 

Me niego a dejar de esperar, 

cuan pequeña fuera la esperanza

de volver a oír el susurro del deseo,

de volver a encontrar a mi amigo,

a quien ama mi alma.

 

Despiértate, amado mío, mira más allá

del muro de protección que tu viento recio

me hizo alzar. 

Te sigo esperando, esperando, esperando.

 

Para qué sirve

Un grito, el hielo, el silencio

Para qué sirve un abrazo,

Una palabra suave

De amor.

Somos tan imperfectos

Tan llenos de errores

Por nuestra urgencia gritamos

Por nuestro dolor clamamos

Por nuestro amor toleramos

Por no saber o no querer

Conseguir lo que pedimos

A veces sólo herimos.

Logramos la meta

Pero hay un costo oculto:

La alienación

Distanciamiento

Me duele, te duele

No lo enfrentamos

Por temor? Por frustración

Y poco a poco morimos

Cuando lo que realmente queremos

Es un abrazo, escuchar tu palpitar

Sentir protegidos.

Tantas cosas buenas hay,

Tanto esfuerzo para mantenernos

Tanto mérito, sí, es real.

Pero hace falta tocar el corazón

Haces falta…tú.

 

Todos los días son nuevas…

Es el comienzo de un nuevo año –

Vivamos un cumpleaños feliz!

Te amo! (16 de junio de 2012)

 

 

Monday, December 31, 2018

La lluvia


LA LLUVIA

—¡Qué calor!
—Es Cartagena....

Lo de siempre. Qué aburrimiento. Pero después de todo, uno es responsable de su propia felicidad.
Decidimos ir a la playa.  Mientras Pedro terminaba de barrer el jardín y trapear la casa, me puse el traje de baño y alisté el motete. Ya se estaba haciendo tarde y pronto querríamos almorzar.

—Pero yo no quiero comer en la playa. Quiero comer sano — él me dijo.
—Ya son las once — le respondí al cruzar el puente peatonal.
Hablamos de la hora y las opciones y decidimos ir al Centro a comer en el Restaurante X *, debido a la hora y el ser domingo, donde es bueno y barato. Se les olvidó lo de “bonito”, pero es lo que es.
Montamos el colectivo y nos fuimos para la ciudad amurallada. El taxi nos dejó en la Calle de la Moneda, y apenas pisamos la calle, empezó a llover.
—Hay tiempo para llegar antes de que se desate la tormenta
Optimista. Yo ya no corro. Las rodillas me traicionan.
—Bueno, pero estamos vestidos para mojarnos.

No llevamos ni paraguas ni cartera ni nada. Sólo la bolsa de playa de malla, un libro, toalla y agua. Trajes de baño con mocho y camiseta encima., las chancletas más viejas. Pa’ playa.
Cruzamos a la Plaza de Telecom a ver si había buffet hoy en el Hotel Cartagena Hil, pero no. Era en camino al Restaurante X de todos modos. Ya la lluvia caía en serio, y nos mojábamos. Por lo menos el calor había bajado, y la idea era escapar de él. Cruzamos Tripita y Media y entramos a Getsemaní.
Nunca había comido en el Restaurante X; por eso quería, para hacer algo diferente. La variedad da sabor a la vida.
Entramos medio mojados pero contentos, y se fue la luz. No nos importó. Nos sentamos por la entrada donde hay ventanas. Un lugar típico, viejo pero limpio. Decoración sin descripción. Unos cuadros. Cerámicas típicas. Se veía desgastado el lugar. La mesera también. Joven pero aburrida. Pedimos pescado, el almuerzo ejecutivo a $8000 COL.
Mi sopa de huesos, un caldo con huesito carnudo, no bien cocinado, pero la yuca – ah, la buena yuca de la costa. Tiene un sabor especial, arenosa como la playa. Como que el calor que tanto nos fastidia le conviene p’ dar la mejor yuca del país. Pedro tomó la sopa de pescado. Nunca me ha gustado mucho. Después de todo, no soy costeña....
Yo pedí la mojarra frita; él el jurel en posta. Fue una mojarrita sobre-frita y casi calcinada, acompañada por un arroz sequísimo, una tajada de maduro frito, zaragozas normales y “ensalada”. Ésta consistió de un pedazo de lechuga marchita, de las que se deben poner en el compost, con un pedacito de tomate y dos tajaditas de pepino, sin vinagreta. Seca como el arroz.
Casi no encontré carne en los huesos del pescado, y el limón también estaba seco. Lo mejor de la comida fue la cerveza que entramos, comprada en la Plaza de Telecom en camino.
Pedro, como siempre, comió todo. Si te gusta el jurel, él eligió mejor que yo.
—¿Tú recomiendas este lugar a los turistas? —pregunté incrédula.
—Sí. Bueno y barato.
—Pero no bonito. Ni bueno. Pero quería probar...Ya escampó.
Pagamos, sin dejar propina. Salimos a encontrar la calle inundada.
—Cuidado —me advierte Pedro, como siempre. Y tenía puestas las chancletas más gastadas puestas. Podría resbalar.
—Cuidado tú. Yo voy bien.
Agua por todas partes. Siempre pasa en el Centro de la Heroica. En un rato el agua bajaría. Seguramente llegaría al caño, y al mar. Ciudad de agua. Verano eterno. Por lo menos la humedad no nos asedia ahora, ya que se solidificó y llovió. Bendito. Yo quedé con hambre pero agradecí la experiencia.

—Sí, ya no sirve ir a la playa.
—Pero está fresca la tarde.
—Gracias a Dios.
Cruzamos Tripita y Media otra vez y nos dirigimos hacia la Plaza de Telecom. Otra vez se desataron las nubes y nos mojó la lluvia. Qué curioso. Como si fuera mandada justo para mojarnos a nosotros especialmente cada vez que pisamos la calle.
Decidimos que ya queríamos volver a casa.
—Va a seguir lloviendo.

Montamos colectivo para Crespo. Escampó, pero al bajar en el puente peatonal, la lluvia empezó otra vez.
—Nos persigue —. De pronto él resbaló, pero me apretó la muñeca y no se cayó.
—Cuidado, mi amor.
—Las chancletas.

La casa se encontró bañada y fresca, y el tanque del patio recién llenado por la bendición del cielo. Decidí bañarme allí con agua lluvia. Delicioso.
Y así pasamos la tarde más fresca en veinte días. Bendita agua.












*No se ha usado el nombre real para dar el beneficio de la duda al establecimiento. Cualquier parecido a personas o lugares reales es intencional, pero se respeta la privacidad. Después de todo, todo cuento tiene algún elemento de no ficción, ¿no?

The Rain


THE RAIN


“It’s SOOO hot!”
“It’s Cartagena.

Same as always. How boring. But after all, one is responsible for their own happiness.
We decided to go to the beach. While Pete finished sweeping the yard and mopping the floors, I put on my bathing suit and got our stuff ready. It was getting late, and soon we’d want some lunch.

“But I don’t want to eat at the beach. I want something healthy,” he was saying.
“It’s already noon,” I replied as we crossed the pedestrian bridge.

We talked about the time and our options and decided to go Downtown and eat at X Restaurant*, because of the time and it being Sunday, where it’s good and cheap. We didn’t mention “pretty,” but it is what it is.
We got into a collective taxi and sped off to the walled city. The taxi left us in the Calle de la Moneda, and as soon as we stepped into the street, it started to rain.
“There’s time to get there before the storm really breaks.”
Optimist. I don’t run anymore. My knees betray me.
“Well, we are dressed for getting wet.”

We hadn’t brought an umbrella or a purse or anything. Just the mesh beach bag, a book, a towel and a bottle of water. Bathing suits under shorts and tees, the oldest flip-flops. For the beach.
We crossed the Plaza de Telecom to see if they were serving buffet today at the Hotel Cartagena Hil, but they weren’t. It was on the way to X Restaurant anyway. Now it was raining in earnest, and we were getting wet. At least the heat had gone down, and the plan was to escape it. We crossed Tripita y Media and entered Getsemaní barrio.
I’d never eaten in X Restaurant; that’s why I wanted to try it, to do something different. Variety IS the spice of life.
We entered half soaked but happy, and the power went out. We didn’t care. We sat near the entrance where there are windows. A typical place, old but clean. Nondescript décor. Some pictures. Typical pottery. The place looked worn out. The waitress, too. Young but bored. We ordered fish, the executive menu for $8000 COL.
My soup was bone broth with a meaty bone, not well cooked, but the yuca – ah the great yuca of the coastal region. It has a special, grainy texture, like the fine white sand of Playa Blanca. Seems like the heat that annoys us so much is just what makes it the best yuca in the country. Pete had the fish soup. I’ve never liked it much. After all, I’m not from the coast....
I ordered fried bream; he had mackerel steak. The bream was over-fried and almost charred, accompanied by extremely dry rice, a slice of fried ripe plantain, plain red beans and something called “salad.” This was a piece of wilted lettuce, the type one should consign to the compost, with a little slice of tomato and two slices of cucumber, sans dressing. Dry as the rice. I almost didn’t find any meat on the fish bones, and the lemon was dry, too. The best part of the meal was the beer we had brought in with us, purchased at the Plaza de Telecom on the way.
Pete, as always, ate everything. If you like mackerel, his was the better choice.

“You recommend this place to tourists? I asked skeptically.
“Yeah. Good and cheap.”
“But not pretty. Not good either. But I wanted to try it…It stopped raining.”

We paid but didn’t leave a tip and exited the restaurant to find the street flooded.
“Careful,” Pete warned me, as always. And I had on the oldest flip-flops. I might slip.
“You be careful. I’m fine.”

Water everywhere. It happens all the time Downtown in the Heroica. In a little while the water would go down. It was sure to be flooded to the canal and out to the sea. City of water. Eternal summer. At least the humidity wasn’t besieging us now. It had solidified and made it rain. Bendito. I was still hungry but grateful for the experience.
“Yeah, not worth going to the beach now.”
“But at least it’s cooled off.”
“Thank God.”
We crossed Tripita y Media again and went toward the Plaza de Telecom. Once again the clouds burst and the rain soaked us. How odd. As if it had been sent specially to get us wet every time we stepped on the street.
We decided we’d rather just go home now.
“It’s going to keep raining.”

We got into another collective taxi headed to Crespo. The rain let up, but after crossing the pedestrian bridge, it started up again.
“It’s pursuing us.” Suddenly he slipped, but grabbed my wrist and didn’t fall.
“Careful, honey.”
“The flip-flops.”

We found the house bathed and cool, and the patio tank full from the blessing of heaven. I decided to bathe with rain water. Delicious.
And so we spent the coolest afternoon in three weeks. Blessed water.










*The real name has not been used to give the establishment the benefit of the doubt. Any resemblance to real persons or places is intentional, but privacy has been respected. After all, every story has some element of non-fiction, doesn’t it?